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P. Jl'STO DE VILLA.RES, O. F. M, se os dará ; buscad y hallaréis ; llamad y se os abrirá. Porque quien pide recibe, y quien busca hallará y a quien llama se le abrirá" (1). Y confirma el Divino Maestro su prome;;a con este maravilloso ejemplo. "Pues ¿ quién de vosotros -dice- es el que, si su hijo le pide pan, le da una piedra, o si le pide pescado le da una serpiente? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hi– jos, ¡ cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a quien se las pi– da?" (2). ¿ Y qué mejor cosa podemos pedir a nuestro Padre celestial que la virtud de la es– peranza? La víspera de su Pasión y Muerte todavía estuvo más generoso el buen Jesús en sus pro– mesas. "En verdad, en verdad os digo ... que lo que pidiéreis en mi nombre eso haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo; si me pi– diéreis alguna cosa en mi nombre Yo lo ha– ré" (3). Apoyados en esta promesa pidamos al Señor el acrecentamiento de la esperanza y nos la concederá, pues lo necesitamos mucho en este mundo que se halla privado de la es– peranza cristiana. Por pedir que no quede. No sea que el Maestro nos eche en cara este amo- (1) Jfat., 7, 7-8. (2) Mat., 7, H-11. (:l) /oh., 14, 12-14.

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