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LA ESPERANZA CRISTIANA l(i() instituciones sociales, y la inestabilidad de los gobiernos democráticos y la insurrección de los nuevos pueblos que creyéndose ya mayores de edad y capaces de gobernarse por sí mismos, sacuden la tutela de sus protectores con vio- 1.encia. La amenaza de la tercera guerra mundial, que se presagia más catastrófica que las dos anteriores: He aquí el motivo de la angustia política. * * * Y, ¿ cuál será el remedio que empleemos pa– ra librarnos de tantas angustias? No otro que el estudio, la práctica y la propaganda de la consoladora virtud de la esperanza cristiana. Sobre todo hemos de insistir porque a todos los hombres llegue el conocimiento y la efica– cia de aquella promesa universal que Yavé hizo al Santo Patriaca Abraham, diciendo: "Se– rán bendecidas en tu descendencia todas las naciones de la tierra" (19). Esta descendencia o descendiente de Abraham es, según San Pa– blo, Nuestro Señor Jesucristo. Escribe el Após– tol: "No dice: "Y a las Descendencias", como hablándose de muchos, sino de uno solo: "Y a la Descendencia", la cual es Cristo" (20). (1'1') Gen., 22, 18. (:.:D) Gál., 3, 16.

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