BCCCAP00000000000000000000538

168 P. Jt;STO DE VILLARES, O. F. M, yo mismo escuché en un pueblo de Huelva. Estando de misiones, fui a confesar a una mu– jer enferma, y, exhortándola al arrepentimien– to de sus culpas, no cesaba de lamentarse de que tenía hambre y que estaba mal trajeada. Cuando se le decía que las señoras de Acción Católica le llevarían alimentos y vestidos, con– testaba siempre lo mismo: "Tengo hambre, mis vestidos no son decentes para ir a la Santa l\1isión''. Al día siguiente la escena fue más do– lorosa. Estando ya con el señor en la habitación de la enferma, y aconsejándola que repitiera algunas jaculatorias propias del momento, no hacía más que repetir: "Tengo hambre, estoy mal trajeada". Qué bien interpretó el pensamiento de León XIII el movimiento social, cuyo progra– ma era: Pan y catecismo. La angustia política encierra en sí misma repercusiones sociales más funestas para el género humano, que la angustia económica con ser muy grandes, según hemos visto. Por– que la angustia política es la causa de esos in– humanos atropellos de que son objeto pueblos enteros, privados de libertad religiosa y hasta civil. De la angustia política proceden también la guerra fría, muerte incruenta de los impe– rios, y la mala inteligencia de los gobernantes, y la inseguridad para el futuro de in!inidad de

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz