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INTRODUCCIÓN 13 ñarnos y en su omnipotencia que cumplirá fiel– mente sus promesas. De aquí que el hombre en su constante "caminar" por la senda de la vida temporal debe desear continuamente el objeto de la es– peranza. Así es como se dilatará más y más su corazón y se animará a correr gozoso hacia su término con tanta más prisa cuanto más se va acercando a la meta. Esta es la razón de por qué los Santos andaban siempre alegres en medio de sus sufrimientos. Santa Teresa decía: "O padecer o morir". De San Romualdo se lee en el Breviario romano: "Andaba siem– pre con el rostro tan alegre, que alegraba a los que le miraban". No padecían "angustia", porque sabían que su existencia, iluminada por la fe, terminaría bien, pues eran llevados en las palmas de los ángeles a quienes el Padre celestial los había encomendado. ¡Bendita filo– sofía cristiana, alumbrada por la antorcha de la fe, que de esta manera consuelas a las al– mas de los fieles! ¡Desgraciados cuantos, por haber perdido la luz del Sol de justicia, Cristo Jesús, que ilumina a todo hombre que viene a este mundo, viven en perenne angustia y desesperación por no saber cuál será su pa– radero! Muy bien dice San Agustín, poniéndolo en boca del Salvador: "Hombre, aspira de nuevo a la unción del Espíritu Santo; atiende a aque-
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