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150 P. JUSTO DE VILLARES, O. F. M. La gravedad de este pecado, sobre todo, en sus dos primeras formas, o cuando es herético, es muy grande, pues se opone a la fe, a la E'Speranza y a la caridad. Las causas de la presunción son la soberbia y la vanagloria. La primera, porque estribando el hombre en sus propias fuerzas, desprecia los auxilios divinos y la segunda, porque bus– cando los aplausos de los hombres, roba el ho– nor de Dios. Como dice muy bien Pieper: "la presun– ción radica en una falsa valoración de sí mis– mo, afirmada de algún modo por la propia vo– luntad; consiste en una voluntad de seguridad, y esta seguridad es necesariamente impropia, pues no hay para ella ningún fundamento en– títativamente válido. Esta falsa valoración es, para más detalles, falta de humildad, negación de la condición real de criatura y aspiración antinatural a una semejanza divina. La esperanza no sólo presupone la grande– za de ánimo, sino también la humildad. San Agustín, en su Comentario a los Salmos, dice que sólo al humilde le es dado esperar. La desesperación y la presunción cierran el camino a una auténtica oración. Pues la ora– ción no es otra cosa -en su forma primaria de súplica- que el lenguaje de la esperanza. El que desespera no suplica y el que presu– me suplica, pero de un modo impropio.

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