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146 P. JCSTO DE VILLARES, O. F. M. rales, porque implican esencialmente una exi– gencia para el que los recibe. La "acidia" es una aversión consci.ente, una auténtica huída de Dios. El hombre huye ante Dios porque lo ha elevado a un modo superior divino, y le ha obligado, por tanto, a una nor– ma superior de deber. La "acidia", finalmente, es una franca detestación del bien divino, lo cual significa la monstruosidad de que el hom– bre tenga la convicción y el deseo expreso de que Dios no le debería haber elevado, sino de– jado en paz". La "pereza" como pecado capital es la re– nuncia malhumorada y triste, estúpidamente egoísta, del hombre a la nobleza que le obliga de ser hijo de Dios". La "acidia" es lo que Kierkegaard ha llama– do "la desesperación de la debilidad", que es un estado previo ·de la auténtica desesperación, y que consiste en que, el "desesperado no quie– re ser él mismo" (9). Los malos hábitos, sobre todo, en materia de sensualidad, son la segunda causa de la deses– peración. En efecto, el hombre entregado a los desórdenes de las pasiones, es incapaz de los placeres del espíritu. La increduhdad o ialta de fe lleva también como consecuencia a la desesperación, ya que (H) PIEPER, o. c., p¡p. 59-63.
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