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Ht P. Jl.'STO DE VILLARES, O. F. M. La malicia de la desesperación es enorme por la gravísima injuria que infiere a Dios Nuestro Señor en todos sus atributos, sobre todo, en su omnipotencia, misericordia y fide– ll dad. Las Santos Padres y Doctores de la Iglesia han ponderado la malicia y gravedad de este pecado con las palabras más expresivas. San Ambrosio escribe: "No parece ser hombre en absoluto quien no espera en Dios1' (3). San Agustín todavía es más ponderativo, cuando dice: "Estas dos cosas producen la muerte en el alma : la desesperación y la esperanza per– vertida" (4), esto es, la presunción o falsa esperanza. "No es tanto el pecado -dice San Juan C:risóstomo- como la desesperación lo que nos precipita en la perdición" (5). "Des– esperar es descender al infierno", afirma San Isidoro de Sevilla (6). Y Pascasio Radbert nos asegura que "a la desesperación le falta el pie para avanzar en el camino que es Cristo" (7). "La teología de la Iglesia cuenta la desespera– ción entre los pecados contra el Espíritu San– to. Con ello se coloca a la desesperación cerca (3) De Isaac et Anima, l, l. (4) (5) (6) (7) Sermones, 86, 4. Homilías, 86, 4. De summo bono, 2, 14. De fide, spe et caritate, 2, 4.
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