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10 INTRODUCCIÓN cantó al Señor: "Soy peregrino en la tierra, no me encubras tus mandamientos" (2). Nuestro Señor Jesucristo nos manda en el Santo Evan– gelio que estemos de continuo "haldas en cinta" como lo hacían entre los hebreos los caminan– tes, a fin de caminar con más desembarazo. Estas son sus palabras: "Tened ceñidos vues– tros lomos y encendidas vuestr.1s lámparas" (3). San Pedro h;:ice este ruego a todos los cristia– nos: "Os ruego, carísimos, que, como p€regri– nos advenedizos, os abstengáis de los apetitos carnales que combaten contra el alma, y ob– servéis entre los gentiles una conducta ejem– plar" (4). Este concepto bíblico de "peregrinación'' del hombre en la tierra pasó a los Padres Apostóli– cos, quienes nos describen la existencia hu– mana bajo bellísimas alegorías. Así el autor del libro llamado Didaché nos presenta la exis– tencia con la imagen de dos caminos: "el de la vida, consistente en la observancia de los deberes prescritos, y el de 1n muerte, que pro– cede de la transgresión de, las obligaciones im– puestas" (5). San Ignacio de Antioquía consi– deraba la vida camo un viaje a la eternidad, (2) Ps., ll8, rn. (a) LL, l'' ~, :!5. (4) 1.ª Pd., 2, 11. (5) Ce., 1-5 Ed.
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