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LA ESPERANZA CRISTIANA 121 tiene certeza de la omnipotencia y misericor– dia de Dios el que tiene fe". Vista desde el auténtico núcleo del ser de la esperanza so– brenatural, resulta evidente su certeza infa– lible. Pero es incierto que el hombre de por sí "persevere en la esperanza". El hombre, in– cluso el cristiano perfecto, puede, mientras es– té en el "estado de viador", con su libre albe– drío y volviéndose hacia la nada, destruir en sí la vida sobrenatural y, por tanto, destruir también la esperanza, que radica en ella, de la vida eterna. "Esto no afecta en nada a la certez:t de la esperanza, pero sí a la posibilidad de una certeza subjetiva de la salvación" (18). He aquí con qué frases tan bien cortadas expresa el Sagrado Concilio de Trento la ne– cesidad que tenemos de unir el temor de Dios con la firmísima esperanza: "Aunque todos --dice- tienen que tener la más firme espe– ranza en la ayuda de Dios, no debe nadie pro– meterse algo absolutamente seguro. Pues Dios lleva a término la obra buena del mismo modo que la había empezado, obrando el querer y el hacer, siempre que no se sustraigan a su gracia. Y en verdad, los que crean que están en pie tengan cuidado no caigan y trabajen por su (18) l'IEPER, o. c., pp. 45-4(;.
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