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114 P. Jl:STO DE VILLARES, O. F. M. po su necesidad. El primero da este consejo a sus lectores: "Despojaos, pues, de toda mal– dad y de todo engaño, de hipocresías, envidias y maledicencias, y como niños recién nacidos, apeteced la leche espiritual, para con ella cre– cer en orden a la salvación, si es que habéis gustado cuán bueno es el Señor" (5). El segun– do escribió a los soberbios Corintios: "Herma– nos míos, no seáis niños en el juicio, sed pár– vulos sólo en la malicia, pero adultos en el juicio" (6). Tenemos que ser niños. Conseguiremos esta rara virtud cristiana, si hacemos, ayudados de la divina gracia, las obras que ellos practican por las fuerzas de la naturaleza. Ahora bien, los niños no perseveran en la ira, olvidan las injurias, no se deleitan con la vista de personas hermosas, no piensan una cosa y hacen otra... Los niños son humildes, obedientes, sumisos, cariñosos con sus padres, no son ambiciosos, etc. De este modo nos he– mos de portar nosotros. Y pues Jesucristo, Nuestro Padre espiritual, nos dio por Madre espiritual a su Esposa, la Santa Iglesia Católica, como uno de los ma• yores auxilios espirituales en orden a la con– secución del objeto de la esperanza, con el fin (5) 1 . 0 Pd., 2, 2. (6) 1.° Cor., 15, 20.
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