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l()(i P. JUSTO DE VILLARES, O. F. M. Si toda esta crueldad, injurias y repulsas las sufrimos nosotros pacientemente, sin alterar– nos ni murmurar, pensando humilde y caritati– vamente que aquel portero conoce realmente nuestra indignidBd y que Dio:¡, le hace hablar así c0ntra nosotros, escribe, ¡ oh hermano León! , que en esto está la perfecta alegría" (24). La paz. Es ésta una consecuencia de los dos frutos anteriores, ya que en el alma donde reinan la paciencia y la alegría cristianas, reina asimis– mo, como en su propio trono, la paz de Cristo, la cual, en frase feliz del Apóstol "sobrepuja a todo entendimiento" (25). El mundo moderno, agobiado por la perspectiva de una guerra ex– terminadora, añora una paz estable, beatifican– te, cuanto es dable en esta tierra de dolor; pe– ro esa añorada paz no viene al mundo moderno. Es más; no puede venir, porque el mundo moderno no tiene esperanza de las promesas de Jesucristo, autor de la paz verdadera y, por consiguiente, es indigno de la paz que año– ra en su terrible y atormentadora pesadílla. (24) San Francisco de !!sis. Escritos (',1mt,lc.'o.1 r Biografías primitivas, Ed. B. A. C., p. ](lN. (25) F p., 4, 7.

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