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En el amor a los enfermos Francisco parte, como en otras ocasiones , de la realidad. Es el hombre concreto, con todas las cir– cunstancias que rodean al enfermo, al que hay que amar. Por eso insiste en la delicadeza con que se les ha tratar, proponiendo una meta evangélica que, por evidente, no ha de ser menos eficaz: Servirles de la misma forma que a nosotros nos gustaría que nos sirvieran. En la Fraternidad hay que admitir con lucidez que no se trata de un grupo de perfectos sino que todos, en mayor o menor medida, tenemos fallos y debilidades. Es decir, que la psicología humana, tan complicada ella, no se sana por el hecho voluntarista de querer vivir con honradez unas relaciones fraternas más abier– tas y humanizantes. Siempre quedan zonas oscuras que se resis– ten,voluntaria o involuntariamente, a ser iluminadas y que, por tanto, constituyen la cruz del individuo y del grupo. La primitiva Fraternidad es un ejemplo de la diversidad de caracteres y niveles que conforman el grupo, a pesar de tener un mismo objetivo. Los primeros fervores de conversos podían paliar las deficiencias y los enfrentamientos a causa de la diversidad de temperamentos; pero con el tiempo y la inclusión de la rutina en sus vidas, era imposible ignorar que existían y que había que dar– les una solución. Francisco era consciente de estas limitaciones personales, y en su organización de la Fraternidad pone en guardia sobre los pe– ligros que pueden amenazar sus relaciones fraternas; una serie de miserias humanas que forman parte de la realidad y que, por tan– to, no se pueden evadir para no tener que esforzarse en superarlas. Hay que plantearlas con claridad y no reservarlas para ese oscuro material que alimenta las críticas,pues entonces no se está aman– do al hermano ni se le intenta acoger. Y en la Fraternidad todos te– nemos necesidad de ser acogidos como expresión de que el Padre nos acoge en Jesús. Una de estas situaciones en las que se pone a prueba el amor fraterno es cuando un hermano peca. Es decir, cuando su ac– titud es incoherente con la opción de vivir el Evangelio. En tal caso el amor desaconseja el enfado y el chismorreo inútiles, ya que lo eficaz es ayudarle a percibir la situación, no colocándose en una 8

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