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Contrariamente a lo que sabemos entender , el gran amor fraterno no se expresa tanto en el dar como en el recibir, ya que podemos ir hacia los demás desde nuestra propia autosuficiencia y ofrecer el amor como una limosna. Sin embargo cuando se ofrece desde la confianza o la menesterosidad es más difícil enmascarar el amor que sentimos por el hermano . De ahí que en un grupo de iguales, como es la Fraternidad, no tenga sentido la ayuda hecha de forma condescendiente, que nos sitúa por encima del otro, ni el sentimiento de humillación por tener que pedir ayuda a los de– más. Todo esto lo admitimos de forma teórica,pero en el fondo pensamos que un hombre no tiene por qué depender de nadie sino que tiene que demostrar por sí mismo de lo que es capaz, Por eso, aquel que se queda atrás, el que no puede triunfar por si mismo, es un fracasado. Sin embargo esta actitud es antievangélica, puesto que el mismo Jesús recibe del Padre su ser de Hijo. Francisco concretó esta necesidad de amar desde la igual– dad, desde el servicio menor, tejiendo una Fraternidad que cubrie– ra las necesidades básicas del amor en todos los niveles, psicologi– cos y materiales. Para satisfacer estos últimos está el trabajo y en caso de no pagarles, la limosna. Pero no sólo de pan vive el hom– bre, sino que necesita también sentir saciada su afectividad. Cuando Francisco habla de las responsabilidad afectiva de los hermanos lo hace de una forma muy clara: " En cualquier lugar donde estén y se encuentren unos con otros los hermanos, compór– tense mutuamente con familiaridad entre si. Y exponga confiada– mente el uno al otro su necesidad, porque si la madre nutre y quiere a su hijo carnal , ¿ cuánto más amorosamente debe cada uno querer y nutrir a su hermano espiritual"? Todo en la fraternidad debe estar en función de los herma– nos, puesto que cada uno crece en la medida en que ayuda a crecer a los demás. Pero donde mejor se muestra el amor profundo y de– sinteresado es el servicio a los enfermos. El que ama a su herma– no enfermo más que cuando está sano es que ha comprendido que las personas no son ningún medio para que nos sirvamos de ellas y las utilicemos. El enfermo, por cuanto nos necesita, se convierte en el centro de atención de la Fraternidad. 7

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