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lo de una forma adecuada a las exigencias del Reino: en Fraternidad. La Fraternidad supone la convicción de que todos somos hermanos, no solamente por ser iguales en dignidad, sino porque nuestras relaciones están fundadas en el Jesús hermano, Hijo del Padre. El Espíritu es el que nos dice que la humanidad no es sólo una unidad biológica, y por eso hermano, sino que razón de sufra– ternidad es por hundir sus raíces en el mismo Padre, que nos ama y nos espera para reunirnos todos en la plenitud de una familia. Creados a imagen de Dios-Trinidad, los hermanos estamos llamados a reproducir estas relaciones de amor a partir de nues– tras diferencias. Indudablemente hay que ser realistas a la hora de trabar nuestras relaciones fraternas, pero la realidad no se ago– ta en nuestras propias limitaciones . Estas son sólo el comienzo de un camino que debe mirar y desembocar, al menos como intención, en las relaciones de amor que constituyen la realidad de Dios. En Jesús se nos manifiesta y hace presente el amor familiar de Dios. Su ser de Hijo es testigo de que el amor del Padre que lo engendró es también el que nos ha creado a nosotros, haciéndonos hijos; por eso dejó su Espíritu para que nos recuerde y posibilite que, al haber salido todos de las manos y del corazón del Padre, nuestra humanidad sólo florecerá en la fraternidad. Pero la Fraternidad es algo más que una comunidad. Ser hermano no es sólo existir en el seno de un grupo. La fraternidad se realiza a través de las relaciones recíprocas de cada con cada uno; por lo que el principio básico que constituye y cohesiona la Fraternidad es, pues, la reciprocidad. Francisco no sabe conceptos abstractos, como puede ser "la fraternidad". Francisco habla siem– pre de hermanos y de lo que, como tales, tienen que hacer unos con otros. Así, pues, somos hermanos para ayudarnos en la realización del proyecto evangélico por el que hemos optado como forma eficaz de entrar en la dinámica del Reino. De ahí que esta preocupación mútua no se deba quedar en un falso espiritualismo, sino que deba abarcar la totalidad de la persona;un amor eficaz que no se puede reducir a palabras sino que tiene que traducirse en hechos. 6

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