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Igualmente, la sociedad había plantado sus propias vallas separando ricos y pobres, sanos y enfermos, hombres de bien y malhechores. Francisco tratará de allanar esas barreras acercán– dose a todos, pero de una manera especial a los que sufren porque se les ha arrebatado su dignidad de hombres. Así, no evita el trato con los ricos, pero su preferencia es por la gente de baja condición y despreciada, por los pobre y debiles, por los enfermos y leprosos, por los mendigos de los caminos. Admite la ley como forma de organización social, pero consi– dera a los marginados por ella,ladrones y salteadores, como her– manos que todavía conservan su dignidad de hombres y, por tanto, su derecho a ser atendidos como tales. La historia de los ladrones de Monte Casale es un ejemplo tan sublime de apertura fraterna hacia los marginados, que podemos convertirla en utópica para no tener que aceptar el reto evangélico de fraternidad que nos plan– tea. El amor a los demás no puede ser interesado ...La prueba más clara de ello está en el amor a los enemigos. Francisco sabe que la proclamacion del Evangelio va a despertar la enemistad del mal que todos llevamos dentro. Pero, aún así, el enemigo sigue siendo digno de ser amado por Dios y por lo tanto, de nosotros. 12

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