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NAZARET EN NUESTROS DÍAS., 99 La primera pieza, algo mayor, estaba cubierta de un techo casi plano: en el muro, que daba al Este, tenía su chimenea (que se cree ser la misma que hay en la Santa Casa de Loreto, donde está colocada hoy la imagen), cuyo fogar descansaba en el suelo y re– cibía la luz por una ventana estrecha abierta por el muro de enfrente (que tambien está en Loreto). Cerca de la puerta, por la parte del Norte, se ha– llaba colocado un armario. La primera pieza podía dividirse fácilmente en dos, por medio de un biombo móvil; de una de ellas hacía la Santísima Virgen su alcoba, y la otra esta– ba destinada á las demás atenciones de la casa, donde la Santa Familia se reunía, despues de terminados ]os quehaceres del día, para comer y rezar sus ora– ciones en común. La parte anterior de la gruta sirvió de habita– ción particular á San José, que la cedió al niño Jesús despnéR de la vuelta de Egipto. San José se retiró entonces á la habitación última de la gruta. Las camas en Oriente ocupan poco sitio; la gru– ta, por lo tanto, podía servir todavia para guardar los muebles y objetos más grandes pertenecientes á la Sagrada Familia. La segunda gruta, más pequeña y más baja, que por un pequeño corredor tenía acceso á la vía pública, había servido de establo á algunh bestia de carga, que sería la mula ó jumenta de que se servía el Patriarca San Josó. Tal era, pues, el esta– do del santuario cuando se operó su traslación á Occidente. Destruida por los turcos la Basílica de Santa Elena, arrebatada por los Angeles la habitación de la Santísima Virgen, no quedaron en Nazaret más que las dos grutas y los cimientos sobre los cuales
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