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REFORllIAS EN LA SANTA CASA, !)3 conserva hasta nuestros días: la Providencia espe– cial que vela sobre ella no se ha ocultado siempre, por decirlo así, en sus cimientos, sino que en mu– chas ocasiones ha querido hacerse visible, como de– mostraré Il'!ás adelante. Habiendo Clemente VII aprobado el proyecto del arquitecto Bramante para la decoración de la Santa Casa, ordenó que ee tapiara la antigua puerta y que se abrieran tres nuevas para facilitar la circulación de los fieles en tan estrecho recinto. Apenas se supo en Loreto esta noticia cuando todos sus habitantes quedaron sobrecogidos de es– tupor. ¡Tocar aquellas pared.es consagradas por tan– tos y tan estupendos prodigios! Parecía esta tenta– tiva una especie de sacrilegio, hasta tal punto, que no pudo encontrarse en totlo el país un solo obrero que consintiera levantar ]a mano sobre ellas. El arquitecto Nerucci, piadoso amigo de Riera, menos afectado por la santidad del lugar, que por lo que él miraba como una necesidad del arte, tuvo que resignarse á emprender esta obra por sí mismo; pero apenas hubo dado el primer golpe, se le ve pa– lidecer, el martillo se le escapa de las manos, sus fuerzas le abandonan y cae desmayado en los brazos de los que á su lado se encontraban. Ocho horas enteras permaneció en este estado, suspendido entre la vida y la muerte, no debiendo su salvación sino á las oraciones de su mujer, que siempre había profesado la más tierna devoción á Nuestra Señora de Loreto. Apenas vuelve en sí y recobra el uso de sus sen– tidos y la serenidad de su espíritu se prosterna á los pies de la imagen milagrosa para dar gracias á la Virgen Santísima por la misericordia que ha usado con él y pedirle perdón de su atrevimiento. Una vez en su casa, se apresura á escribirá Roma

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