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LOS PONTÍFICES EN LORETO. 83 Santísima Virgen que acababa de dar al mundo el brillante testimonio de su poder y de su bondad; y haciéndose trasportar á Loreto, se encerró en la Santa Casa, y á vista de María explaya su corazón en una prolongada y ferviente súplica. La Divina Madre le mandó un sueño misterioso, en el cual ella misma se le aparece, le anuncia su curación y su próxima elevación á la Silla de San Pedro. Al dm::pertar, todos los síntomas de la peste ha– bían desaparecido. Confiando en que se cumpliría la segunda parte de la profecía, tomó sus medidas para presentará su bienhechora un testimonio de su reconocimiento. Por su mandato se amontonan materiales, y todo se prepara de antemano para levantar en lugar de la modesta iglesia, un templo digno de la santidad de aquel lugar. Pocos meseR después era Papa, con el nombre de Pablo II, y hacía echar los cimientos de la Basílica que, en los tiempos presentes, cubre aún la Santa Casa bajo su cúpula majestuosa. Cerca de un siglo más tarde, otro Cardenal reci– bía en esta capilla la misma luz y las mismas prome– sas, seguidas de una realización no menos fiel. El sabio y piadoso Cardenal Marcelo Cervino se había trasladado á Monte-Fano, cerca de Loreto, á fin de poder satisfacer más fácilmente su devoción á la Santa Casa. Un día que, según su costumbre, fué á ella á ce– lebrar el Santo Sacrificio, una blanca paloma, revo– loteando sobre su cabeza y po¡:;ándose, ya sobre RUS manos, ya sobre el misal, caso que con mucha fre– cuencia se había viRto en los primeros siglos de la Iglesia, parecía ser un mensajero del cielo encarga– do de anunciarle su próxima grandeza.

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