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LOS PONTÍFICES EN LORETO. 81 Mas el Papa había consultado sólo á su valor; agobiado por la edad y las enfermedades, siente que las fuerzas le abandonan: en el momento mismo de emprender la marcha, una tos tenaz, una fiebre de la que ningún remedio puede triunfar, le consume y le abate. Desahuciado por los médicos se dirige á Nuestra Señora de Loreto, y hace voto de detenerse en la Santa Casa á su paso por esta ciudad, y la regala un magnífico cáliz con la siguiente inscripción, cuyo título recuerda al hábil y elegante escritor que el Concilio de Constancia eligió en otro tiempo por su secretario: · «~Iadre de Dios, llena de misericordia: aunque >)Vuestro poder no reconoce límites y llena el uni– »verso entero de sus milagros, como alguna vez os »place elegir un lugar con preferencia á todos los »demás, como amáis vuestro santuario de Loreto y })le glorificáis todos los días con gracias y prodigios »sin número, yo, pecador infortunado, veng·o á Vos, »me prosterno á vuestros pies y os ruego con el co– »razón y el alma que os dignéis librarme de esta »fiebre que me abrasa y de esta tos que rne quebran– »ta, y que devolváis á este cuerpo postrado por el »mal una salud que ... quiero creerlo ... no sería inútil »para la Cristiandad; recibid esta prenda de mi reli– »~iosa devoción; Pío JI, Papa, año del Salvador >)de 1454.» María oyó esta oración y comenzó desde entonces á atenderla: la fiebre disminuyó, la tos se hizo me– nos fatigosa y las fuerzas renacieron. Impaciente por poner en ejecución sus grandes designios, disimula cuanto puede el mal que aún le queda y se pone en camino en una barca primero y después en una litera. Varios Cardenales y un gran número de nobles romanos le acompañan. (l

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