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76 LOS PA.l'AS Y LA SANTA CASA. CAPÍTULO XIV. LOS PAPAS Y LA SANTA CASA DE LORETO. Tiempo terrible fué aquel en que la Santa Casa vino á instalarse en territorio de la Iglesia, cuando los Papas se vieron obligados á salir de Roma para su destierro de Aviñón que había de durar 70 años, y después el cisma tan verdaderamente temido; tiempo de ruinas y desolación en que se multiplica– ron las desgracias. Natural era que estas desgTacias se dejaran sentir también en Loreto; pero con todo, desde el retiro de la Provenza, á donde los Soberanos Pontífices tuvie– ron que refugiarse huyendo de los disturbios ince– santes de sus súbditos, nunca perdieron de vista aquel santuario. Desde el fondo de su der:;tierro observaban con placer cómo iban realizándose sus deseos en favor de la Santa Casa de Loreto, ayudados por la piedad de los fieles y la multitud de gracias é indulgenciaR con que la enriquecían. Mas apenas la IgleRia hubo recobrado la paz, ape– nas desapareció el cisma y fné aclamado un Pontí– fice por la Crir:;tiandad, Loreto que á pesar de tantos disturbios no había dejado de engrandecerse en la sombra, vuelve á encontrar aquella poderosa pro– tección que ya no le ha de faltar mús. No fueron pocas las llagas que Martín V tenía que curar, ni escasas las ruinas que había de repa– rar; pero aunque estos cuidados ahRorbieran gran parte de RU atención, no por eso dejó de consagrarla también muy solícita ála Santa Casa, que ha <le con– tar en lo sucesivo tantos bienhechores, como la Iglesia cuenta de Soberanos Pontífices; pueR todos
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