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LA SANTA CASA EN LOP.ETO, 75 ya pequeños y determinan derribarlos, levantando en su lugar la magnífica iglesia que hoy existe, ob– jeto durante tanto tiempo ele sus deseos: ya pueden estar tranquilos los habitantes de Loreto, pues por grande que sea la afluencia de fieles, no se verán obligados, como antes, á prosternarse en el polvo ó en el barro alrededor de un santuario demasiado re– ducido; ahora podrán orar en paz bajo sus bóvedas, y la Santa Casa, al abrigo de las inclemencias del aire, vuelve á encontrar en menos de medio siglo esta vestidura de honor, con la que, en otro tiempo, la cubrió Santa Elena en Palestina. Hacía mucho tiempo que las casas se iban mul– tiplicando en esta colina de Loreto, poco antes de– sierta; una multitud de habitantes, atraídos por su piedad, por la caridad y por el comercio, se habían ya establecido alrededor de la Santa Casa, y cada día se aumentaba más su número. Lejos de inspirar celos la nueva población á los de Recanati, quisieron éstos, por el contrario, fo– mentar cuanto les fuera posible su acrecentamien– to, á cuyo fin la dotaron de reglamentos y leyes y de una constitución municipal; se nombró un jefe y quedó el país vecino limpio de los bandidos, que de nuevo le infestaban. Bajo tan benévola y maternal protección, la nue– va ciudad empozó á vivir de su propia vida, y Lore– to estaba fundada antes que Rocanati hubiera edifi– cado su iglesia. Jamás olvidará Loroto lo que debe ú la ciudad que la creó; pero su santuario ora demasiado impor– tante para que no pasara pronto á ponerse bajo un patronato más augusto.
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