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74 VARIOS PRODIGIOS, plaza pública á un Obispo de paja, y en odio á la autoridad de la Iglesia, hacen pública profesión de las más repugnantes herejías; fortifican la ciudad y se entregan al excomulgado Federico de Monte– feltro. El Papa Juan XXII, drn,pués de muchas amones– taciones inútiles, los excomulga y lanza el entredi– cho sobre la ciudad, le quita este título y se lo da á Macerata, con la residencia episcopal. Un año más tarde hace publicar en Toscana la cruzada contra estos rebeldes incorregibles, pero no hubo necesidad de esperar el resultado, porque Fe– derico de Montefeltro acababa de ser muerto por los habitantes de Urbino, cansados de su tiranía. Los jefes del partido gibelino se acobardan; unos huyen, otros Ron cazados por el pueblo sublevado, y por último, las llaves y las cadenas de la villa son ofrecidas á Lautrec, que avanzaba. á ponerla sitio. Lautrec tenía que vengar la muerte de su sobri– no al mismo tiempo que la injuria hecha á su sobe– rano; el castigo fué terrible; la villa entregada á las llamas y casi toda destruída; los habitantes buscaron un refugio en las aldeas vecinas, y libres del yugo de los gibelinos, se sometieron con alegría á la do– minación de los Papas. Dos años más tarde Juan XXII, por un Breve apostólico, satisfecho de su fidelidad, les devuelve todos rns privilegios. Todas estas guerras, trastornos y disgustos, pa– recía lo natural que debieran haber entibiado el amor y celo á la Santa Casa; pero no fué así, sino que an– tes de ser enteramente reconstruida la población de Recanati, ya sus habitantes voh:ían de nuevo todos sus pensamientos hacia esta augusta Casa, que la Santísima Virgen les había confiado. Los pórticos, construídos hacía treinta años, eran
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