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66 CUARTA Y ÚLTIMA TRASLACIÓN blos de las Marcas por poseer esta prenda de la pro– tección de la Santísima Virgen. Sus palabras dieron fruto enseguida. Había un solitario que en aquellas cercanías vivía, entregado á una vida :rngélica y penitente, el cual se presen– taba diariamente en Loreto y pasaba largas horas ante el altar <le la Santa Casa <le tal modo abismado en Rus oraciones, que móR bien parecía en éxtasis. Jamús ningún otro lugar, por santo qne fuese, le había hecho una impresión semejaute; allí respiraba una atmósfera que no es de este mundo, y desde que franqueaba el umbral <le la puerta se sentía some– tido á la influencia de una gracia sobrenatural y enteramente divina. Deseoso durante mucho tiempo de averiguar este misterio, bien convencido de antemano que redun– daría en mayor gloria de Dios y honra de su Madre Santísima, recogía con la mayor avidez loR relatos de los negociantes ilirios; pero como vacilase en creer tanta dicha, se vuelve á la Santísima Virgen y la ruega se digne hacerle saber si podía fiarse en esa esperanza, ofreciéndola desde entonces á esta in– tención sus vigilias, ayunos y austeridades de todas clases. La Santísima Virgen no podía resistir mucho tiempo átales instancias y renovando para este pia– doso solitario la visión del Obispo de Tersatz y apa– reciéndosele la Santísima Madre, le instruyó de todo lo que deseaba saber acerca de esta Santa Casa, que era la suya, donde habia nacido y donde encar– nó el Verbo Divino, encargándole lleYara esta noti– cia á Recanati y comarcas limítrofes. Fúcilmente se concibe con qué ardor cumpliría esta misión el santo penitente; pero el Ruceso era demasiado extraordinario para que se le diera crédi– to fácilmente, y por de pronto los magistrados de
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