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DE LA SANTA CASA DE LORETO, 65 nos, como indican algunos autores, y hoy aún si– gue la nueva carretera al pie de Loreto; la Santa Casa, como iris de paz, de reconciliación y caridad, no podía estar en un lugar donde su presencia fuese causa de disensiones, escogiendo la carretera, pro– piedad de las autoridades Pontificias, y de este modo estaba libre de los ladrones que se ocultaban en el bosque y de la a-varicia y odio de los hermanos Ant.ichi. El cielo había triunfado: los habitantes de Reca– nati alcanzaban cumplida victoria; nadie en ade– lante les disputaría la Casa milagrosa. Al colocarse la Santa Casa sobre un terreno que es sólo de ellos, la Santísima Virg·en los ha elegido para que la guarden y la ha confiado á su piedad; ellos se mostrarán dignos tic esta elección y corres– ponderán á tanta confianza. Es verdad que habían acogido á la Santa Casa con alegría y reconocimiento; mas aunque estas traslaciones sucesivas mostraban suficientemente cuún amada era de Dios, no conocían todavía todo el mérito del inestimable favor que recibían. Ignorando su procedencia, se preguntaban cuá– les podían ser los derechos y merecimientos de aquella Casa, para qne se la tributasen honores tan extraordinarios; la respuesta á todas estas dudas no se hizo esperar. Unos mercaderes ilirios que habían ido á aquel país con motivo de sus negocios, oyendo hablar del prodigio que era objeto de todas las conversaciones, se agregaron á la multitud de peregrinos que acu– dían á visitar el nuevo santuario; y poco trabajo les costó el reconocer en esta bienaventurada Casa aquella cuya pérdida lloraba todavía su patria, apre– surúndose á referir á cuantos querían oírlo lo que había acontecido en Tersatz y felicitando á los pue- 5

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