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62 TERCERA TRASLACIÓN tabau á los fieles que temían ver convertido el san– tuario en campo donde se dirimiesen sus querellas por las armas, y profanado por un fratricidio. Las autoridades encargadas del gobierno de Re– canati no podían permanecer indiferentes á estos es– cándalos, sobre todo, conRiderando que á ellos, más aún que á los hermanos A.ntichi, la Santísima Vir– gen les había encomendado la custodia de su Casa en el hecho de ponerla en el término de su ciudad: ya trataban de levantar una iglesia bastante capaz para poder satisfacer á la afluencia siempre crecien– te de los fieles; pero como sus recursos eran muy cortos, idearon aplicar á la ejecución de este pensa– miento los donativos y ofrendas que se disputaban los dos hermanos. De aquí la necesidad de acudir al Soberano Pon– tífice, á quien, además de todo, estaba sometida la ciudad de Recanati. A.si lo hicieron despachando á Roma un mensa– jero con cartas para su representante y para el Car– denal protector do la ciudad. El pleito, aun antes de incoarse, recibió una so– lución más alta aún que la que se buscaba: agravia– da de tanta avaricia y ofendida por estas querellas la Reina de la paz, cortó por lo sano, con otra nueva traslación, disponiendo que la Santa Casa abando– nara aquel campo funesto, como cuatro meses antes había abandonado el bosque infestado de bandidos, y fué á situarse á muy corta distancia de alli, sobre la misma carretera que conducía entonces de Re– canati al mar. No habían trascurrido cinco años todavía desde que salió de la Palestina la Santa Casa, y poco me– nos de uno desde su llegada á Italia. Antes de se– guirla á esta colina que no abandonará más, habla– ré de los últimos sitios en que estuvo situada.

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