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58 SEGUNDA TRASLACI(JN. plar con sus ojos este prodigio; todos quieren ir á presentar sus oraciones, sus homenajes y sus votos á María, que ha venido ella misma á solicitarlos. Los enfermos recobran fuerzas para abandonar su lecho, y se hacen trasportar por sus amigos y deu– dos á esta piscina de salud y de vida. En efecto, la esperanza universal no fué defraudada; María re– compensa la bienvenida de estas gentes, concedién– doles, en premio de su fe y su confianza, numerosas gracias, que acrecientan mús y más la devoción de sus corazones sencillos y piadosos. Ni saben verdaderamente qué casa es esta, ni conocen todos los títulos que tiene para merecer su amor y su respeto; el hecho de su traslación les ha– bla, sin embargo, bastante alto; la estatua colocada sobre el altar les instruye que está consagrada á la Santísima Virgen; dan gracias á Dios :porque ha elegido su país para confiarle un santuar10 que les es tan amado, y no dudan que sea para ellos prenda de protección y de un favor especiales. La noticia de este suceso se esparce enseguida por los pueblos y aldeas vecinos; los caminos se lle– nan de peregrinos, y la capilla es demasiado peque– ña para tanta gente. Nada los detiene; ni el rigor del invierno, ni la soledad de aquel sitio: no en– cuentran casas ni posadas donde albergarse, tenien– do por todo abrigo los úrboles del bosque, despojados de sus hojas; pero es tal el encanto que emana de aquel santo lugar, que les hace auostrar con gusto todos eRtos trabajos, viéndoles acampar en torno de sus muros y pasar la noche rezando y entonando cánticos, sin dejar de reinar un solo momento la de– cencia y la piedad mús admirables en tan gran con– currencia como asistía. Mas el enemigo de Dios y de las almas no podía ver sin rabia todo el fruto que esta traslación estaba

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