BCCCAP00000000000000000000534

56 SEGUNDA TRASLACIÓN. Tersatz, cuando descubrieron en un sitio escampado, en que jamús hasta entonces habían descubierto más que hierba y plantas salvajes, una cmm cn_ya forma y construcción al primer golpe de Yista daba á cono– cer como muy antigua y extrai1a :'t aquel país. Entran y se sienten poseídos hasta el fondo del alma de un movimiento de respeto y veneración que les oblip!'a á prosternarse ante la imagen de la San– tísima Yirg·en, colocada encima del altar, pasando allí el reAto de la noche rpzamlo, y al rayar el día se apresuran á ver á sus amos é informarles de tan es– tupendo prodigio. Se había pasado la Santa Casa á territorio de Recanati, en las MarcaA, á doA leguas de Oísta ciudad y uua de la mar, no lejos de la embocadura del río Musone; el bosque en que la habían hallado lm, pas– tores era propiedad de una mujer llamada Loreta, debiendo ú eAta circunstancia, así como ú sn piedad y celo por el nuevo santuario, la gloria ele darle su nombre, sin que falten autores qno le hacen derivar de los laureles que allí cerca había en gran número. Estos árholes se habían inclinado al paso de la Santa Casa de María como para rendirla homenaje, y aún quedaban algunos, tres siglos después, con– servados de intento cuando el bosque fué talado, como recuerdo y en testimonio de este milagro. Así lo han aRegnrado muchas veces el P. Hiera y otros, por haberlos visto por sus propios ojos y observ~do atentamente que sus grandes troncos se habian quedado inclinados hacia el mar y costas de la Dal– macia, no obstante la influencia de los vientos do– minantes, que debían rebatirlos del Indo opuesto. No hay duda, amado lector, que Dios había pre– visto los actos de bandolerismo que habían de tener lugar en el bosque de los laureles, así como la ava– ricia de los dos hermanos (que ya trataré mús ade-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz