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LA SANTA CASA EN TERSATZ. 51 muros: este es el sitio donde estuvo el altar; aquel el de la puerta; y en fin, en ambas partes, en Tersatz como en Nazaret, la misma especie de piedras, idén– tica construcción, etc ... De regreso á Tersatz, dan parte al gobernador del éxito feliz de su viaje, y entregan en los Archi– vos de la ciudad el acta auténtica de esta confron– tación, siendo entonces no sólo los habitantes de las dos poblaciones y de las comarcas vecinas los que vienen á honrar la Santa Casa de María, sino que de to.das las provincias limítrofes y de otras bien lejanas, acuden numerosos peregrinos á medida que la fama de este milagro circula por todas partes. In– numer~bles gracias cuyo recuerdo se conserva en la memoria de los pueblos, recornpernmn esta fe y esta confianza. Se sabe que las olas del golfo dominado por la colina de Raunizza, casi siempre en otro tiempo agi– tadas y embravecidas por las tempestades, se ven ahora reposadas y tranquilas bajo la influencia de esta bienaventurada Casa, no sintiendo los nave– gantes aquel espanto que antes les infundía. Nico– lás Frangipani, para evitar el deterioro de estos sa– grados muros, hace poner un cercado de vigas y tablas, pues es lo que por el momento perrrííte lapo– breza del país. Los habitantes de estas apartadas provincias casi no pueden ofrecer á la Santísima Virgen otro tributo que el de sus oraciones y su amor; pero por cortos que fueran sus donativos, acu– mulándolos, con el trascurso del tiempo hubieran llegado á reunir los medios suficientes para levantar un santuario que respondiera mejor tanto á su pie– dad como al favor que se les había dü,pensado; pero D!os no les dejó tiempo. No se habían cumplido aun cuatro años, y ya la Santa Casa abandonaba la colina en que por la vez primera hab:í.a tocado el sue-
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