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46 PRI:IIERA TRASLACHiN. davía visibles de la Basílica de Santa Elena, no han impedido á algunos autores protestantes el negar que los cristianos _de la antigüedad hubieran vene– rado jamás en Nazaret la Casa de María. Hay en esta ceguedad, que traspasa con mucho los límites del error, alero de providencial, y no se puede menos de experimentar cierto gozo, al ver á los enemigos de Nuestra Señora de Loreto reducidos á emplear ar– mas de esta clase. Preciso es que las pruebas sobre que descansa su traslación milagrosa sean bien invencibles, para que hombres graves é instruídos hayan tenido que arro– jarse á tan extremos recursos, huyendo de la ver– dad. Aquí se cumplió lo que habían anunciado los Profetas; que la abominación y la desolación toma– rían posesión de los Santos Lugares, después de tanto trabajo como costó á Santa Elena y á los cru– zados su rescate. CAPÍTULO VIII. PRIMERA TRASLACIÓN.-LA SANTA CASA EN 'l'ERSATZ. Los decretos y castigos de la Divina justicia se estaban cumpliendo en la tierra ingrata y deicida, pero la sabiduría de Dios no quería privará los fieles del consuelo que disfrutab:in visitando los Santos Lugares, ni tampoco dejar expuestos á los ultrajes de sus enemigos tantos objetos como había consa– grado por su dichoso nacimiento, su santísima vida y dolorosísima Pasión. Su admirable providencia había hecho pasar á Roma varias de las más preciosas y santas reliquias; Belén quedaba en Palestina y el santo Pesebre fué llevado á Santa María la Mayor; allí queda el Cal-

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