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SAN LUIS EN LA SANTA CASA DE :SAZARET, 45 Esta pintura, que en 1625 se conservaba toda– vía perfectamente visible, fué grabada y publicada nueve años más tarde por Serraglí, y aun ahora, mirando con atención, se pueden conocer algunos vestigios. Las paredes de la Santa Casa estaban adornadas con pinturas que se cree fueron ejecutadas de orden de Santa Elena; posteriormente se pusieron otras pinturas de diversos Santos, cuyo asunto suminis– traba la piedad de aquellos que las habían encar– gado. De esto viene que no pocas veces se encuen– tre la imagen de la Santísima Virgen cercada de Santos titulares ó patronos, á los que los fieles que los han mandado pintar querían manifestar su reco– nocimiento. En primera fila, entre estos retratos, encontramos los de San Jorge, San Antonio y Santa Catalina, honrados con un culto especial en la Igle– sia de Oriente, que tuvo á su cuidado durante si– glos la custodia de este santuario (Bartolini, pági– na 49). Con San Luis desapareció la última espe– ranza de lm; cristianos; once años después de su partida (en 1263) los musulmanes entraron en Na– zaret y derribaron la Basílica levantada por Santa Elena. En 1263, Urbano IV escribió á San Luis una carta, en la que deploraba la destrucción de la igle– sia de Nazaret. Los turcos habían hecho lo que en Jerusalén y Belén; derribaron la Basílica, pero con– servaron el santuario, resguardado bajo sus bóve– das. Obraban así por el miserable interés, no que– riendo privarse de las ganancias que obtendrían del rescate de los peregrinos. En 1336, Guillermo de Vauclelsal oró en una capilla cubierta, en medio de las ruinas, cuidadosamente guardada por los mu– sulmanes. Estos hechos, estos testimonios, estos restos to-

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