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LA SANTA CASA DESPUÉS DE JF.SUCRISTO. 3\J Santa Casa, frente á la antigua puerta, en la actua– lidad tapiada. Cuando las obras emprendidas en tiempo de Clemente VII fué trasportado al medio de la Santa Casa y encerrado en el altar moderno, donde se ve en nuestros días. CAPÍTULO V. LA SANTA CASA DESPUÍ!S DE JESUCRISTO. Que los Apóstoles hayan erigido este altar y que San Pedro, su cabeza, celebrara en él el Santo Sacri– ficio, es de una tradición que hay que tener muy en cuenta en este país, en que la tradición es la vida misma de los habitantes. San :Mateo (c. ~8, v. lG) nos refiere que habiendo resucitado Jesucristo, se apareció á sus Apóstoles sobre la montafía en que les había convocado. Esta montaña, regún los his– toriadores, no podía ser otra que el Tabor. Del Ta– bor á Nazaret hay poca distancia, como he dicho. Los Apóstoles, después de haber visto la g·loria de su resurrección, bajaron al pueblo; y allí, en la casa de la Santísima Virgen, ofrecieron, por las ma– nos de San Pedro, la víctima de acción de gracias en el mismo sitio en que había tenido principio la salvación del mundo. (Cardenal Bartolini, pág. 65.) El ejemplo de los Apóstoles ha establecido ley para los fieles; y esta Casa Santa entre todas, donde resonaron sus oraciones, no ha cesado desde enton– ces de ser honrada por los votos, los homenajes y el amor de todos los fieles. Conocidas son las vicisitudes por que pasó la Tie– rra Santa durante los dos siglos y medio que siguie– ron á la destrucción de Jerusalén. Apoderados los paganos de sus principales santuarios, levantaron
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