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36 LA SAGRADA FAMILIA cen mal ó no los conocen y no saben ni siquiera com– batirlos, dando en falso todos i:;us golpes. Nuestros teólogos los han rechazado sin la menor dificultad, y previendo mucho tiempo antes todo cuanto podría inventarse en nuevos ataques, los han expuesto ellos mismos y los han rebatido al mismo tiempo, que– dando de este modo fortalecida de antemano la fe de todos los fieles. CAPÍTULO IV. LA SAGRADA FAMILIA EN SU CASA DE NAZARET. Casi en medio de la Palestina, santificada toda ella por la vida, predicación y milagros del Salva– dor, tres ciudades recibieron del mismo Jesucristo la marca de una especialísima consagración, como si fueran los lugares más santos entre todos los de Tierra Santa: Jerusalén, Belén y Nazaret; el pri– mero teatro de su sacrificio; el segundo de su naci– miento y el tercero de su encarnación, de su infan– cia y de su vida oculta. A este último se enlaza de una manera más directa y más íntima el recuerdo de la Santísima Virgen. Nazaret era la patria de María. Diríase que se– gún las leyes ordinarias de esta Providencia que todo lo gobierna por orden y grados sucesivos, Dios quiso preparar de muy atrás esta humilde morada para la gloria de la Encarnación del Verbo, desti– nándola á presenciar el nacimiento y los primeros años de aquella que había de ser su Madre. Una tra– dición antigua, que se remonta á los primeros si– glos y que ha sido confirmada por las revelaciones de los Santos, nos lo confirma así, y la Iglesia pa-

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