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CONDICIÓN DESGRACIADA. DEL SIGLO XIX. 3[1 Confieso ingenuamente que no es ci~rtamente la esperanza de convertir á estos incrédulos la que pone la pluma en mis manos; otros son los lectores que yo cuento; feliz podré llamarme, si consigo au– mentar la fe en el.corazón cristiano y la devoción á la Santísima Virgen de Loreto. Esta historia no será una simple disertación como la que escribió el Excmo Sr. Bartolini. Las vi– cisitudes, guerras y trastornos por que ha pasado España hace más de un siglo, han hecho olvidar las tradiciones y tienen otras necesidades mayores; por eso no me contento con hacer simples alusiones de la traslación milagrosa de la Casa de la Santísima Yirgen, porque no me comprenderían, y más, que en España hay necesida<l de tratarlo todo con algu– na detención, pues hay muchísimos que no han oído hablar de la Santa Casa de Loreto, ni si ha habido tan milagrosa traslación, recordando con esta obra uno de los más señalados prodigios obrados en honor de la Madre de Dios. Para conseguir con más seguridad mi deseo, descargaré mi trabajo de toda disertación crítica y de toda escogida erudición, hablando con sencillez de las traslaciones sucesivas de la Santa Casa, su mansión en Loreto (Italia), y los milagros con que Dios se ha servido engrandecerla. He leído con el más escrupuloso cuidado los autores que me han de servir de·guía, bebiendo sólo de los manantiales más puros y más auténticos, sin e¡:;cribir una sola línea que no puedajustificarporirrefragables testimonios; y tal es su autoridad, que los enemigos de Italia y Loreto temen ele llevar la cuestión á este terreno. no habiendo tratado jamás de discutir seriamente acerca de las pruebas sobre que descansan los títulos de la Santa Casa. Sucede en esto de Loreto lo que en todos nuestros dogmas; sus enemigos los cono-

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