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DE BEIRUT J. MADRID. 247 gio que contribuyó á la conversión de los habitantes de Beirut á la fe católica. En aquella época la ciudad era toda judía: un cristiano que vivía cerca de la Sinagoga tenía un Crucifijo colgado encima de su cama; foé vendida después esta casa y cornprnda por un israelita. Un día que tuvo un convite, uno de los judíos se fijó en el Santo Cristo y dió parte al príncipe de los sacer– dotes y á los ancianos, los cuales fueron en tropel, cogieron el Crucifijo y dijeron: «Nuestros padres llenaron al Cristo de insultos; hagamos nosotros lo mismo>>: y le escupieron, le arrastraron y renovaron todo cuanto hicieron en la Pasión: cuando hirieron el costado del Santo Cristo, salió gran cantidad <le sangre y agua, la recogieron enseguida en un vaso y se dijeron: Los seguidores de Cristo aseguran que él ha hecho toda clase de milagros; llevemos esta sangre ú la Sinagoga y derramémosla sobre los en– fermos, que si GR verdad lo que dicen, curarán <le sus enfermedades.» En efecto; todos los enfermos que tocaban la preciosa sangre Ranaban, fuesen c~jos, mancos, ciegos, leprosos, etc. Viendo esto los judíos, llenos de arrepentimiento, pidieron perdón llorando sus crímenes v se convirtieron á la fe de JesucriRto. V La Sinagoga fué convertida en ig-losia llamada del Salvador, donde con gran fe se venera el mila– groso Crucifijo; tomados informes de la procedencia de aquella prodigiosa imagen, se supo que era hecho en Ramle por el senador Nicodemus, compañero de José de Arimatea, que bajaron á Jesucristo <le la Cruz; había pertenecido aquel Santo Cristo sucesi– vamente á Gamalicl, á San Pablo y á Santiago. El aniversario de estos milagros se celebra cada afio el día 9 de Noviembre. El Obispo de Beirut colocó aquella preciosa sangre en pequefíitas fiolas de cris-
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