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208 DE JEI\USALEN Á BELÉN. CAPÍTULO XXXIV. DE JERUSALÉN Á SAN JUAN (MONTAÑA DE JL'DEA) Y BELÉN. A dos leguas de Jerusalén se halla San J nan, en la montaña de Judea: se puede irá caballo ó en uno de los jumentillos morunos del país, ó bien encame– llo, pero este último es muy desagradable é incómo– do; yo lo hice á pie, pasando por el campo de Fulón, que fné donde Dios dió la muerte en una noche á 185.000 asirios por una blasfemia de Senaquerib. A unos 100 metros está el convento de Santa Cruz, hoy seminario de los griegos; el pavimento de la iglesia es todo mosúico, representando figuras del Viejo y Nuevo Testamento. En el altar mayor se venera el lugar donde cor– taron el árbol de la Santa Cruz que, según San An– tonino, era un nogal. Después se llega ú la aldea de la montaña de Ju– dea, y lo primero que hice fné ir al convento de los Padres Franciscanos, donde daban hospitalidad, di– ciendo la Misa en el altar de la Visitación ó del Mag– níficat, que fué el lugar donde la Santísima Virgen visitó á su prima Santa Isabel. Cerca se halla la fuen– te de la Santísima Virgen, donde iba por agua y á lavar la Divina Señora el tiempo que estuvo con sus parientes. En una capillita se venera la roca que se abrió para ocultar al niño Juan Bautista de la persecución de Herodes. A la derecha se halla el altar de San Zacarías, que es donde fué circuncidado San Juan. A alguna distancia se venera la peña donde San J nan Bautista predicó á las turbas la venida del Mesías diciendo que ya estaba entre ellos. A dos millas

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