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JERUSALÉN. 207 dole santo desde luego en la tierra. A causa de esto, han sido por millares los que, apretando, se lasti– maban y aun morían por pasar, porque es imposi– ble que una persona algo gruesa pueda entrar por aquel sitio: en vista de estas muertes y desgracias, el Sultán, en nombre de Mahoma, mandó poner unos hierros en medio para que nadie pasase, mani– festando que hoy es múR fücil la entrada en el cielo para todos los hijoR de Mahoma. Cerca de estas columnas está el lugar donde la Santísima Virgen ofreció á Jesucristo en la Presen– tación al templo, y donde le tomó en suR brazos el profeta Simeún. Por una puerta gue hay á la dere– cha de la capilla de la Presentacion de Jesucristo se baja al subterráneo llamado las cuadras de Salo– món que estún debajo del templo, y es tan grande aquello, que caben muchos centenares de miles de caballos: en me <l.io forman calles grandes pilastras y gruesísimas columnas, todo obra de Salomón. Después de haber viRitado todo lo perteneciente al templo de Salomón, hay que dar bachicha á to– dos aquelloR mukros y dragomanes que acompañan, y como son lo menos cuatro, hay que darles unas ocho piastras (ocho pesetas), á cada uno, aunque nunca quedan contentos. Al Norte del templo se halla la gruta del profeta. Jeremías, donde tanto lloró; su cama era un sillón hecho en la gruta sobre la misma peña. A corta distancia se visitan grandes monumen– tos que se llaman los sepulcros de los reyes; tienen grandes habitaciones, y á los lados de éstas hay como unos bancos de piedra que son los sepulcros. También se veían á corta distancia los sepulcros de los 70 jueces del Consejo de Sanedrín.
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