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DE MADRID _-Í. N,\POLES. 167 próxima á Alejandría. Tuve que detenerme en esta última ciudad hasta que llegase el vapor de Génova, llamado el India, que Re había retrasado á causa del cólera que estaba en algunos puntos de Italia. Varios días estuve en ~ápoles, que los aproveché perfectamente visitando lo más principal, por ser esta ciudad una de las mejores de Italia; cuando llegué celebraban con entusiasmo ]a fiesta del milagro de San Jenaro, mártir; y eR que su rnngre, recogida en una redoma y colocada en un hermoso relicario, está cuajada y ennegrecida por los muchos años que han trascurrido dei:;pués de su martirio: la víspera de su fiesta se llena la Catedral de fieles que acompaña– dos del Cardenal Arzobispo, Canónigos y Clero, di– rigen fervorosas plegarias á Dios por intercesión de su amado Patrón, pidiéndole les manifieste su pro– tección, repitiendo el milagro que hace todos los años: es conmovedor hasta derramar lúgrimas, ver la piedad, oir los suspiros y súplicas de tan numero- so gentío, deshacerse en lúgrimas delante de la Santa Reliquia hasta que ¡oh prodigio! la sangre 1 hecha una pasta dura RO liquida y toma su color na– tural, y entonces el Prelado coge la redoma, la ado- ra y besa, la agita, la mueve, apareciendo la sangre como si en el acto la hubiese derramado el Santo; entonces la da á adorar á todos los fieles y se les muestra detenidamente el prodigio, continuando de este modo toda la octava; la cual terminada, vuelve la sangre á cuajarse en forma de piedra dura y que– da otra vez negra como antes. El año que tarda en liquidarse, duplican las ple– garias y oraciones, hacen rogativas y no cesan de dar muestras de penitencia hasta que se efectúa el prodigio. Tuve el gusto de adorar varias veces la sangre y cabeza de San Jenaro, y de decir la Misa en su camarín. Visité las hermosas iglesias que hay
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