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CONGREGACIÓN l:NIVERBAL DF. LA SANTA CASA 157 ma de Loreto, me había acostumbrado como á vivir en la Casa Augusta de María, y ahora al terminar me parece que la voy á dejar de nuevo. Experimento una sensación parecida á la que sentí cuando, por dos veces, en el espacio de tres años, besé multiplicadas veces las sagradas paredes y las dí mi despedida con lágrimas. A medida que me ocupaba en el estudio de la San– ta Casa, encontraba nuevos motivos para amarla y recrearme en mi obra: los santuarios de María par– ticipan con ella de ese privilegio que la dió Dios, y es que cuanto más se les visita y recuerda, tanto más amor nos infunden; el corazón se apega á ellos con creciente afición á medida que los va.conocien– do mejor y penetrando más íntimamente sus mis– terios. En este caso la familiaridad no engendra sino respeto y amor, porque no descubre sino grandezas, maravillas é inagotables gracias. ¡Feliz, oh,,,Virgen María, Madre de Jesús, feliz aquel á quien os dignéis admitir en el interior de vuestra Casa, y, si me es permitido decirlo así, en la üitimidad de vuestro sagrado hogar! ¿De dónde me viene á mí este favor y cómo po– dré jamás agradecerlo? ¿Por qué, oh soberana Rei– na del cielo y de la tierra, habéis elegido para con– tar vuestras maravillas á un instrumento tan débil y tan indigno como yo? Sin duda porque no tenéis necesidad de esos prestigios del arte y del talento, que tanta seduc– ción ejercen en los hombres: la mano de un niño os basta á Vos para triunfar. Vuestro nombre y vues– tra Casa por sí solos tienen bastante virtud para atraer al mundo entero y hacerle caer á vuestros pies. Dichoso me consideraría y mil veces recompen-

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