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134 LA BASÍLICA LAURETANA. que han hecho para enriquecer y adornar la Casa de María, durante estos sesenta y ocho años; y eso que estoy para asegurar que no han visto para la Igle– sia, en ese tiempo, más que olvido y persecución. La Santa Casa ha vuelto á tener sus veintitrés lámparas de oro delante de la efigie; cuarenta y sie– te de plata, en la parte anterior, delante del altar; veinticuatro en el exterior, delante del altar de la Anunciación y alrededor de la santas paredes; total más de 100 lámparas ardiendo día y noche, sin contar las que están colgadas delante de los altares de la Basílica. Hay seis ángeles de oro, con luces en las manos, al lado del nicho, donde se halla la Santísima Vir– gen, y multitud de ex-votos de oro y plata, colgados en la pared á derecha é izquierda de la estatua. Dos bustos de plata, grandes, que representan á Santa Ana y San José sentados, adornan las gradas del altar. La estatua de la Santísima Virgen está cuajada de piedras preciosas, perlas, joyas de gran precio, diamantes y ornamentos de oro y plata. Una corona de oro, enriquecida de piedras pre– ciosas, cubre la cabeza de la Santísima Virgen, y otra la de su Hijo Santísimo. De los 69 armarios que existen en la sala del Te– soro, 61 están llenos de ex-votos y la mayor parte son vasos sagrados y joyas de todas clases. Al lado de las ofrendas de los reyes figuran las de los Soberanos Pontífices, entre las cuales se ven el cáliz regalado por Pío VII al regreso de su pri– sión, el de Pío VIII, el de Pío IX, con su cruz pec– toral, etc. A estas numerosas dádivas que se guardan en el Tesoro, hay que juntar las ofrendas en dinero, que exceden á aquéllas en valor, las cuales se echan por
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