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128 LA CIUDAD DE LORETO. Aquí todo es gracia, todo me encanta, todo son– ríe: si Nazaret era la flor de la Palestina y de toda Tierra Santa, Loreto es el clavel de las Marcas y del antiguo Piceno. El jardín cerrado de la antigua ley ha quedado abierto bajo la ley nueva; la cuna misteriosa de la Virgen sin mancha se ha convertido en la casa de oro en que la Reina del mundo convoca á todas las naciones. Todavía reposa sobre collados fértiles, en que crecen la .....-iña y los olivos; pero estos collados no levantan delante de ella una barrera que la ocultan celosamente, no; la vista se extiende sin esfuerzo de una á otra parte, deslizándose sobre las cimas que forman á lo lejos la corona imponente de la Santa Casa, y ele una sola mirada se abarca todo un con– junto de pueblos y de santuarios, formados alrede– dor de ella corno una comitiva de honor. Al Norte se ve una montaña que por aquel lado corta el horizonte, y quita la vista de Ancona, que es la reina de las Marcas, y se halla al pie. En uno de los repliegues del terreno, casi á ori– llas del mar, por encima de Sirolo, se oculta la anti– gua y hoy abatida ciudad de Humana, á donde la piedad de los fieles, pasando de la veneración de la Madre á la del Hijo, va á prosternarse ante el céle– bre crucifijo de Sirolo, procedente de Oriente, de una época muy remota; fué colocado en la iglesia de Hu– mana, donde se le venera todavía. Después de la decadencia de esta antigua ciudad episcopal, tornó el nombre de la villa de Sirolo, na– cida de las ruinas de la primera, edificada con sus restos. En la pendiente opuesta está Osimo, donde el se– ráfico San José de Cupertino pasó de sus largos éx– tasis de la tierra al éxtasis de la eternidad.
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