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EN LORETO. 123 presentado ciertamente con las manos vacías, pues aquellos que no han podido hacerlo personalmente, han enviado sus ofertas, y estos dones reunidos constituyen el Tesoro de Loreto. En el último siglo un piadoso autor contó más de 170 Santos canonizados, beatificados ó declarados venerables por la Iglesia, á quienes su piedad con– dujo á esta bendita Casa donde el Verbo se hizo car– ne en el purísimo seno de la Virgen. Citaré de memoria á San Francisco de Paula, San Juan Capistrano, San Bernardino de Sena, San Ig– nacio de Loyola, San Francisco Javier, San Luis Gonzaga, San Carlos Borromeo, San Alfonso de Li– gorio, San Benito José Labre, Santa Brígida, San Juan de la Marca, San Serafín de Montegranario, San Franci.sco de Borja, San Francisco Saverio, San Cayetano de Tiene, San Félix de Cantalicio, San Fi– del de Sigmaringa, San Francisco Caracciolo, el beato Bermans, el venerable Strambi, la venerable María Cristina de Saboya, el venerable Liebermang y otros muchos. La lista de los emperadores y reyes no sería me– nss larga y en ella encontramos al Emperador de Constantinopla, de Alemania, Reinas de Suecia, de , Polonia, de Hungría, de España (Cristina de Barbón), con las de Cerdeña, Nápoles y otros muchos. Después viene esa innumerable multitud de gen– tes de todas las naciones y de las partes más remo– tas del mundo, cubriendo desde lejos los caminos que conducen á la Santa Casa en las épocas de sus principales fiestas, sin que un solo día ni una sola hora deje de verse aquélla concurrida en todo el año. Es muy frecuente ver que el Colegio de los diez y nueve Penitenciarios y los PP. Capuchinos no son bastantes para oír tantas confesiones. Pocos Santos y fieles ha habido que no hayan
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