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120 SAN FRANCISCO Y OTROS SANTOS DE su onmrn Santa Casa quiso Dios manifestarlo á alaunos de sus Santos mucho antes de efectuarse, sobre todo á nuestro Seráfico Padre San Francisco de Asís: asi es que á la cabeza de la lista de los ilustres peregrinos y como lazo místico entre Nazaret y Loreto, debo poner el nombre de nuestro Patriarca y fundador el Serafín de Asís. El cual después de haber visitado la Palestina y adorado el lugar mismo en que el Yerbo de Dios se dignó revestirse de nuestra carne, de vuelta á Italia divisa ya con luz profética la Santa Casa de María atravesar el Adriático, llevarla por loR An– geles, y colocarse sobre la colina, entonceR desier– ta y desconocida, de Loreto, y aspira ya de lejos el perfume que de ella se desprende y que al– gunos años más tarde atraerá las almafl piadosas desde las extremidades del mundo católico. El año 1215 fundó nuestro Padre San Francisco á 13 millas al Nordeste de Recanati, el convento de Sirolo, del que fueron arrojados los Heligiosos hace más de 20 años, por los Piamonteses, que se apode– raron de las Marcas, quedando desde entonces hasta el día hecho vivienda de campesinos. Cuando se apartaba nuestro Padre para orar á un punto del citado convento, según su costum– bre, se volvía hacia el lugar donde había de estar la Santa Casa, al cual se dirigían y en él se fijaban sus miradas instintivamente y como por espíritu profético. Entonces caía en una especie de éxtasis ó arro– bamiento á vista del prodigio que debía realizarse, y anunciaba á sus hijos los Religiosos, todo sorpren– dido, que antes de finalizar aquel siglo vendrían los fieles á venerar un santuario que no cedería en nada á los de Roma, ni aun á los de la lilisma Tierra Santa.

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