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LA VIRGEN PROTEGE .{ LAS ARMAS CRISTIANAS. 113 La ciudad no tenía más defensores que la Santí– sima Virgen, pero le salieron de los bosques inme– diatos, convirtiéndose en tales, unas bandas de lo– bos, en gran número, que se arrojaron sobre las avanzadas y las devoraron. No habiendo hecho caso de este primer aviso, el gTucso del ejército continuó su marcha; mas ape– nas hubo llegado á la vista de Loreto, cuando un terror misterioso se apoderó de todos, viéndose en– vueltos por una horrible nube, que bojó de un cielo sereno y claro, y que ocultaba á sus ojos la vista de la Basílica. Anonadado por esta serie de prodigios, el ejérci– to entero cae de rodillas, y sólo va á la Santa Casa para pedir perdón de sus depravados intentos, ofre– cen votos y aumentan eón sus donativos el tesoro que poco antes querían robar. Arrebatado ele gozo por este cambio milngroso, que evita á su conciencia un crimen y á su memoria una mancha indeleble, el duque dejó en acción ele gracias su espada suspendida en aquellas santas y prodigiosas parecleR, como documento que da fe del milagro y conversión de sus tropas. CAPÍTULO XXII. LA SANTÍSIMA VIRGEN DE LORETO PROTEGE Á LOS CRISTIANOS EN LA BATALLA DE LEPANTO Y OTRAS. Costumbre ha sido siempre de la Iglesia ele Ita– lia, y sobre todo de los Romanos Pontífices, acudir á la ~Santísima Virgen de Loreto en todos los peli– gros públicos de la Cristiandad. En el año 1571, Pío Y dirigía contra los turcos 8
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