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112 LA YIRGEN DEFIENDE Bt: CASA Y RIQUEZAS• Su cómplice estaba á la puerta en las gradas de la iglesia para ayudarle á llevar lo robado; pero cuál sería el espanto del ladrón cuando, al abrir la puer– ta, en lugar del compafiero con quien contalia, se encontró con un grupo bastante numeroso de gente armada que iban á prenderle y le intimaban á que se diese preso; á toda prisa cierra la puerta de nue– vo y busca un asilo en la iglesia, hasta que pasado algún tiempo tantea nuevamente, no ya á franquear la entrada á su compañero, sino á escapar él mismo del peligro que le amenaza. La misma tropa de antes se le presenta y le hace retroceder diferentes veces, viéndose precisado á pa– sar la noche de esta manera, hasta que por fin, al ser de día, intenta escaparse por una puerta lateral, pero también esta puerta estaba guardada por tropa que le amenazaba. ,·uelve á esconderse sobrecogido de terror en la Santa Casa, y en esta situación le hallan momentos después los e'í:tcargados de abrir la Santa Casa al pú– blico, los cuales le prenden como ladrón sacrílego, recuperan lo que había intentado llevarse y lema– nifiestan que no había otra guardia en todos aque– llos contomos de noche que los Angeles que acom– pañan la santa morada. El ladrón confesó su crimen, denunció á su cóm– plice y los dos sufrieron la pena que merecía el sa– crilegio. Un ejército cristiano, Ri es que merecen este nombre unos cuantos perdidos de todas las naciones del mundo, quiso un día probar fortuna robando la Santa Casa. El clur1ue de l:rbino, que en aquel tiempo se ha– llaba en guerra con León X, había invadido las :Mar– cas á la cabeza de sus aventureros, quienes le obliga– ron á marcha contra toda su voluntad sobre Loreto.

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