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LA VIP,GEN DEFIENDE SU CASA Y RIQl:EZAB. 107 que resultarían á la Santa Casa con la propagación de su culto en Portugal. Accedió el Papa y mandó se le expidiera un Breve, por el cual se le autorizaba á obtener esa pie– dra que tan ardientemente deseaba. El Sr. Suárez 1·ecibió este Bre;-e en Tren.to, y mandó á Loreto un eclesiústico de su comitiva, don Francisco Stella, para que presentara la carta del Soberano Pontífice al Obispo y gobernador. Cuando se supo esto en la ciudad la consterna– ción fué general; Stella no pudo encontrar quien osara poner la mano en los sagrados muros y tuvo que encargarse él mismo de arrancar la piedra que le había sido concedida. Los Canónigos, Sacerdote,; y Religiosos de la Basílica, reunidos en la Santa Casa para asistir á una solemne procesión ordenada con este motivo, y el pueblo esparcido en la iglesia, lloraban y gemían, murmurándoRe por todas parteR que ni el Obispo ni el Capellán gozarían mucho tiempo de esta ;-ictoria, y que la Sautü,ima Virgen sabría obligarles á guar– dar el reRpcto debido á la Santa Casa. El mismo Stella parecía estar también dominado por este mismo temor y no se atrevía á marcharse de Loreto. En fin, después ele ocho días consagrados á ex– piar esta especie de violación de la Santa Casa y á pedir perdón de su audacia, se puso en marcha el l." de Diciembre para reunirse con su Obispo. Todo fué bien hasta Ancona, mas á partir de esta ciudad, los obstáculos y los peligros se multipli– caban. Las lluvias hicieron desbordarse los torrentes, destrozaron los caminos y abrieron profundos abis– mos: el caballo no daba un paso sin tropezar, derri– bando muchas veces al ginete y poniendo en gran
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