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104 DIOS PROTEGE LOS DEVOTOS DE LA VIRGEN muy desigual, y abrumado por el número y saña de los turcos, tuvo que retroceder hasta la orilla del mar, donde no le quedaba otro recurso que la pri– sión ó la muerte. En tal extremo, se acordó de Nuestra Señora de •Loreto y la hizo voto, si le salvaba, de ir á su san– tuario á darla las g-racias; enseguida espoleó su ca– ballo y se precipitó entre las olas con todas sus ar– mas. Los turcos le tiraron al mismo tiempo una terri– ble descarga, sin hacerle ningún dafio, gracias á la mano invisible que le protegía, pues la Santísima Virgen endureció las aguas é hizo milagrosamente que á poco tiempo se hallase libre de todo peligro en una orilla para él desconocida. Los habitantes del país le informaron que aquel sitio distaba muy poco de la Santa Casa de la Vir– gen de Loreto, cuya misericordia, después de ha– berle librado de una muerte inevitable, le había trasportado al otro lado del mar Adriático. Enseguida emprende su peregrinación, seguido de una multitud de fieles que va en aumento á cada paso, y al llegar da gracias con fervientes lúgrimas á su libertadora, y en prueba de reconocimiento deja al Tesoro de Loreto sus armas, su caballo, su retrato y el cirio que había ofrecido en el momento del pe– ligro. Una joven siciliana, que desde su infancia había sido conducida á Venecia, vivía entregada hacía mucho tiempo á los más vergonzosos desórdenes, y habiéndose enriquecido con el fruto de su vida diso– luta, proyectó volver á su patria, y al efecto reunió todo lo que tenía y emprendió la marcha, acompa– fiada de un solo criado; pero tocada ya de la gracia, se dirigió hacia Loreto con intención de purificar su conciencia v comenzar nueva vida. En medfo del bosque de Rávena, el miserable que

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