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DIOS PROTEGE LOS DEVOTOS DE LA VIRGEN. 101 ré cuando hable de mi viaje á Tierra Santa, al fin de este libro. CAPÍTULO XX. DIOS PROTEGE LOS DEVOTOS DE LA SANTÍSIMA VIRGEN DE LORETO. El Papa Benito XIV afirma que no pueden enu– merarse los portentos y favores que han obtenido los fieles que en sus necesidades acudían á la Santí– sima Virgen de Loreto; yo me contentaré con seña– lar algunos, con el fin de excitar la devoción de mis lectores á la Santa Casa. Todos los historiadores de Loreto hablan con asombro de una especie de presencia visible de Dios, que se experimenta al entrar en la Santa Casa: yo mismo no me daba cuenta de lo que me pasaba al visitar más de cien veces aquella santa mansión, y esto lo experimentan todos los peregrinos. Jamás ha entrado ninguno en aquel santo lugar que no se haya Rentido penetrado de una influencia misteriosa y Robrenatural. Una turbación involuntaria, un temor religioso, se apodera del alma por completo como para recor– darla el abiRmo de su nada en este mismo lugar que fu_é testigo de la humildad y anonadamiento de su D10s. La parte de gracia que infunde á las almas el santuario será siempre admirable y preciosa, aun cuando se tenga en cuenta la que puede nacer y au– mentar de las disposiciones piadosas que cada uno lleve: sólo Dios sabe en qué proporción se mezclan y obran estas gracias tan extraordinarias que pro– ducen la visita de la Santa Casa. Pasemos á los mi– lagros.

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