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-28- roso de amargurq.s que no le abandonan hasta el sepulcro. Las sonrisas del niño van siempre mezcladas con el dolor producido por las .frecuentes alternativas de su espíritu. Las alegrias y placeres de la juventud se en– tremezclan con desazones, inquietudes y des– sengaños tan frecuentes en la Uor de la edad. Nunca llega la felicidad que se anhela. Cuan– do. parece que se la toca con las manos,· hu– ye precipitadamente sumiendo .al corazón en el más frío de los desengaños. Y si esto acontece en el comienzo de la vida cuando todo parece sonreír al niño y al joven, ¿qué diremos de las demás etapas de la vida hu– mana, cuando las cuidados agobian, las preocupaciones desvelan y los trabaj.os aba– ten? Ahora bien, en medio de tanta aflicción y contrariedad, ¿dónde encontrará alivio y consuelo nuestro angustiado espíritu? No ciertamente en la tierra, porque aquí todo es engaño y mentira. Nuestro consuelo y ayuda está en aquella bendita mujer a quien la lgle,– sia saluda e invoca con el dulce título de «Causa nostrae letjtiae» Causa de nuestra alegría.-((¡Oh bondad inmensa de Dios, ex-

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