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El ejercicio prepotente del oficio de la predicación estaba en desacuerdo con la opción menor de seguir a Jesús. Los predi– cadores, lo mismo que los demás hermanos, tenían que trasmitir su vida de una forma creíble. De ahí que su principal función fue– ra el predicar con el propio testimonio. Sin embargo esto no es tan evidente como parece. Los humanos tenemos la rara habili– dad de satisfacer nuestros egoísmos con el pretexto de estar sir– viendo a los demás. Por eso Francisco les pone alerta insinuán– doles que sean humildes también a la hora de predicar, no cre– yéndose superiores a los demás ni tomando la predicación como un medio para autoafirmarse y autocomplacerse. Reconocer que uno es simple instrumento del que Dios se sirve para comu– nicar su Palabra sería la verdadera actitud del hermano menor. 8
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