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95 Asi nos habla Dios para que entendamos. Más claro, ni la luz del sol. Oy1e lo que dice San Cipriano, de los mártil'es y te alentarás a ser bueno y1 santo. Fuer,on inquebrantables ,m medio de los tol'mentos; más fuertes que los verdugo::'\, y, sus miembr:os d,islocados y 1 quebr.an – tados fueron superior,es a los golp•es .y1 ,a las abrasado,ras U.al – mas. Ni el más largo, ni el más cruel de los suplicios pudo ven· cer su fe, y1 no ce~arQn die seti\lir a :Qto¡s1, ,n:o con su cu.erplo, que ya no existia, sino con sus heridas (De M:artyrr.). .. Quien comienza .a servir. ,a Dids y1 no persevera ,es imagen y, experimenta la tris~e y, Lamentable suer.te del edificio comenzado y, no terminado !J' sin tejado, qúle 'piodQ a paico se desmorona, yl por fin cae hecho ruinas. La empresa más necesaria al ho~bre y1 la m'ás ardu,a es •el persev,erar ,en el camino del bien hasta la muerte. ¡ 01:i, la perf- severancia ! ·· Para conseguir eso, es necesario luchar contra el amor propio, Las tentaciones del diablo, escándalos, malo,s ej,emip,los que se v,en, hay, que hacerse continua VioLencia e lmpon,ersi0 costos.os sacrificios. Para mantenernos firmes en el camino del delo neoesita:mos velar sobTe nuestr•o corazón. Los Santos Padres, Doctores, .Maestros de la vida espiritual y, todos los Santos, firmemente 1.;reen ·y, nos .aseguran que un verdadero devoto d'e la Virgen María no puede ,perd!er. La ex periencia confirma eso mismo. «Maria :es la fidelísima, Media– nera de nuestra salvación», dice San Buenavientura. Por Ella descendió del ci,elo a 1a tierra todo género _de gracias, .as,egura San Antonino. San Bernardino de Sena 'añad'e: «T,odos l,os dones y, todas las gracias y1 todas las virtudes se distribuy1en por mediación de Maria». Y San Ildefonso: «¡Oh María! El Señor ha decr,etadb por ner en vuestras manos todos los bi,0nes que ha determinado .co 1 J.11· ceder a los hombres ;f y1 pot ,eso os .ha confiado todos los teso;– ros y: :!iquezas de su gracta». San Germán: «¡Oh esp:eranza de los crisfümos ! ¿ Qué seria de nosotros si nos abandonareis?». «Hall.ar a .María ,es dar con todos los ,bienes, dice el H.b:ad' Celense. «Por ,esa razón es necesario que siempre tengamos puestos nuestros ojos en las manos de .Mi~ril(, a fiin de que por su niedio alcancemos los bienes que deseafrnJosl», dJice San Bue1- nave1ntura. Decía Santo Tomás de Villainueva,: «¡Oh Maria! Nosotros, pobres pecador,es, no sabemos ha¡llar refugio fuera de Vos. Sois la úriica esperanza de la cual ,esneramos nuestra etema sal1,cadón; sois la única abogadla nuestra· para con Jesucristo ~n la cual ponemos nuestros ojos». Y el P. San Bernardo nos alienta a todos diciendo: «Oh, tú, aue te sientes agitado por las tempestades ,en medio de lo:s escollos de este mundo: si quieres evitar el naufragio, no de:sf,, víes. tus ojos de la estrella del ma:r. Si sopilan los vientos de la tentación, si las tribulaciones se levantan como r-ocas delante de ti, una mirada hacia la estrella, un susp-iro hacia Maria. Sil
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